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Carla, la Italiana

  En los campos de Cardales, bajo el cielo azul sin fin, Vive Carla, la italiana, con su alma llena de pasión. Aventurera y valiente, como el viento que susurra, Surca mares y nubes, en su búsqueda sin tregua. Conoce cada sendero, cada flor y cada rincón, En su mirada brillan estrellas, en su voz, sabiduría. Encuentra en cada rostro, un universo por explorar, Y en cada palabra, un puente para conectar. Carpe Diem, su lema, en cada alba y atardecer, Abrazando el momento, sin temor a perder. En su globo aerostático, desafía la gravedad, Volando alto, sin miedo, hacia la inmensidad. Y cuando el sol se oculta, y la luna dibuja su lienzo, Carla sigue siendo ella, en su mundo sin remiendo. Así es ella, un poema en sí misma, en cada latido, Una musa de aventura, en este mundo compartido. En los versos de la vida, su historia siempre escribe, Carla, la italiana, en la memoria perdura. En cada paso, en cada suspiro, su legado revive, En el corazón de quienes la aman, su luz sobrevive.

Almas Viejas Anunnaki: Enki y Enlil, Guardianes del Tiempo

 
En las antiguas tierras sumerias, se encontraron por primera vez dos entidades celestiales: Enki y Enlil conocidos como los Guardianes Anunnaki. Estas deidades, provenientes de Nibiru, un enigmático planeta errante en los confines del universo, destacaban como poseedoras de sabiduría y poder, desempeñando roles duales: como buscadores de recursos y guardianes del cosmos, siendo a la vez protectores de la sabiduría ancestral y catalizadores de la evolución.

Su descenso a la Tierra tenía un propósito primordial: asegurar la supervivencia de su especie al enfocarse en la obtención de oro, vital para preservar la atmósfera de Nibiru. Sin embargo, su interés iba más allá de la mera adquisición de recursos. Los Anunnaki se sumergieron en la modificación genética y la elevación de la humanidad mediante su conocimiento y tecnología.

En los albores del tiempo, dos de estos seres entrelazaron sus destinos de manera única, ideando un método asombroso al transferir su propio ADN al resto de la humanidad, forjando un vínculo que les permitiría reencontrarse en cada nueva vida y, simultáneamente, infundir parte de su sabiduría para guiar el desarrollo y la evolución de la humanidad.

Conocidos como Enki, "Señor de la Tierra", y Enlil, "Señor del Viento", su legado se remonta a los albores de la humanidad. Desde los días legendarios del antiguo Egipto, donde sus nombres resonaban en los misterios de los templos, hasta la magnificencia y decadencia del Imperio Romano, su influencia se tejía en los libros de la historia.

Su papel fundamental no solo se limitaba a observar; eran celosos guardianes de la sabiduría universal, custodios de conocimientos ancestrales que trascendían las eras. Enki, con su sabiduría ingeniosa, y Enlil, con su fuerza elemental, actuaron como pilares ocultos que sostenían el progreso humano. Transmitieron los secretos de la creación y el universo a través de generaciones, guiando a la humanidad en su viaje hacia la iluminación.

Poseedores de una aguda percepción del mundo, en los momentos más oscuros, sus experiencias pasadas se erigieron como una fortaleza inquebrantable, recordando vivencias y saberes de vidas anteriores. Cada acción que emprendieron, ya fuera como consejeros de la realeza, artesanos, sanadores, navegantes, poetas, exploradores o filósofos, estuvo imbuida con la intención de preservar la sabiduría y estimular el crecimiento humano.

En el presente, estas almas viejas se reencuentran, reconociendo en el otro un eco ancestral y la herencia del conocimiento. Unidos por la fuerza de su legado Anunnaki, encaran un futuro incierto con la confianza de que su sabiduría, grabada en su ADN, los guiará a través de los desafíos que el destino les depare en las vidas venideras, siempre velando por el florecimiento y la evolución de la raza humana.

 

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