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Carla, la Italiana

  En los campos de Cardales, bajo el cielo azul sin fin, Vive Carla, la italiana, con su alma llena de pasión. Aventurera y valiente, como el viento que susurra, Surca mares y nubes, en su búsqueda sin tregua. Conoce cada sendero, cada flor y cada rincón, En su mirada brillan estrellas, en su voz, sabiduría. Encuentra en cada rostro, un universo por explorar, Y en cada palabra, un puente para conectar. Carpe Diem, su lema, en cada alba y atardecer, Abrazando el momento, sin temor a perder. En su globo aerostático, desafía la gravedad, Volando alto, sin miedo, hacia la inmensidad. Y cuando el sol se oculta, y la luna dibuja su lienzo, Carla sigue siendo ella, en su mundo sin remiendo. Así es ella, un poema en sí misma, en cada latido, Una musa de aventura, en este mundo compartido. En los versos de la vida, su historia siempre escribe, Carla, la italiana, en la memoria perdura. En cada paso, en cada suspiro, su legado revive, En el corazón de quienes la aman, su luz sobrevive.

Máscaras Transparentes


En un pequeño pueblo de Italia y rodeado de enigmáticos canales venecianos, sus habitantes guardaban celosamente un secreto. Cada persona llevaba consigo dos máscaras: una visible para el mundo exterior y otra oculta, resguardada en lo más profundo de su ser.

En la plaza principal de este peculiar lugar, se celebraba anualmente un festival conocido como "El Carnaval de Venecia". En este evento, los lugareños se sacaban sus máscaras externas, desvelando así un atisbo de su verdadera esencia. Y se colocaban otras máscaras decoradas con detalles ornamentales, encajes, plumas, adornadas con pequeñas joyas y piedras preciosas que añadían un brillo adicional.

En este pueblo vivía una joven. A primera vista, todos la percibían como una alegre y extrovertida fabricante y vendedora de máscaras para el festival. Su máscara exterior mostraba una sonrisa constante y palabras amables para cada cliente que visitaba su negocio. Sin embargo, ella guardaba su verdadera máscara con cuidado, oculta en lo más recóndito de su corazón.

Una tarde, mientras preparaba máscaras para el festival, se encontró con un forastero. Este joven, a diferencia de los habitantes del pueblo, llevaba consigo sólo una máscara transparente y sin adornos que permitía ver su verdadero rostro.

Intrigada por su singularidad, se acercó a él. El forastero compartió su historia: provenía de un lugar donde las máscaras eran transparentes, donde la autenticidad era apreciada por encima de todo.

A medida que se desarrollaba "El carnaval de las máscaras" ella y el forastero intercambiaron las máscaras de los participantes del carnaval por máscaras transparentes, ella y el forastero exploraron el pueblo, descubriendo las historias detrás de cada máscara. Se percataron de que todos, sin importar cuán felices o seguros parecieran, llevaban consigo una carga interna.

A partir de ese momento, el pueblo reunió valor y optó por desvelar su verdadera esencia, usando para este carnaval una máscara visible transparente, enfrentando sus temores y exponiendo sus vulnerabilidades. Para asombro de todos, en lugar de enfrentar juicios, hallaron comprensión y empatía.

Desde ese día, ella empezó a fabricar máscaras transparentes para todo el pueblo. Ese carnaval se convirtió en un evento transformador para nuevos visitantes. Las máscaras de ese encuentro fueron transparentes. Aunque las dobles máscaras eran evidentes,  la verdadera belleza se encontraba en la autenticidad detrás de cada máscara, incluso si se podía notar la duplicidad en la mayoría de las personas.




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